PEDALES DE LEÓN |
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Una vez más queremos acercaros los comentarios que van dejando algunos de los ciclistas que ya han pasado por aquí. Esta vez se trata del blog "Mis hobbies y yo", que pertenece a Rubén García, que vino con su hermano desde Madrid para hacer la ruta en 5 etapas.
Esta es la seguda entrada de las tres que componen su diario de viaje. Asegúrate de haber leído la primera antes de continuar la lectura de ésta:
Compartiendo experiencias: Introducción y primera etapa (I)
PEDALES DE LEÓN, LAS ETAPAS CENTRALES: PUERTA DE ZALAMBRAL Y PANDERUEDA
La segunda etapa era a priori, por longitud y desnivel la más dura de la ruta. Además, incluía la entrada al parque natural desde la puerta del Zalambral, que se debía hacer a pie por cuestiones de protección del medio y evitar dificultades con lo guardas del parque nacional.
Desayunamos y nos ponemos en marcha sobre las 10. La mañana no era tan fría como el primer día, así que vamos más ligeros de ropa, sólo con paravientos. Por suerte, el comienzo, una suave subida por carretera hasta Corniero permite ir calentando músculos. Después el terreno se va rompiendo y se convierte en un camino en bastante mal estado, con mucha piedra suelta y algunas zonas de grava en plan basto (del tamaño de huevos de gallina). Al principio no tiene mucho desnivel, pero después en una zona de subida en zetas, la cosa se acerca más bien al 8-10%, lo que unido al terreno hace que se enganche bastante.
Además, la temperatura va bajando y una vez que alcanzamos el collado de las Gamperas, hace bastante fresquito y mucho aire. Aquí paramos para evacuar aguas y vemos algo que será extraño en el resto de la ruta: un nutrido grupo de ciclistas, con los que charlamos un poco sobre el recorrido, lo que nos espera y lo divertidas que son las “paredes” de subida locales.
Pronto volvemos a la marcha, dirigiéndonos ahora hasta Reyero por una bajada divertida, con muchas curvas, mucha pendiente y mucha grava basta. Prácticamente no tocamos Reyero y nos dirigimos rápidamente a la collada de Linares, que nos llevará dirección Lois. Sobre el papel, es la subida más dura del día, en la que deberemos superar 400 metros de desnivel en unos 3,5, con un Km. a mitad de subida aún más empinado. Vamos, una típica pared de la zona. El terreno de nuevo es malo, con mucha piedra suelta y según subimos, vamos viendo como la zona se va poniendo peor. Al principio recorremos un valle ascendiendo en paralelo a un arroyo, con las vacas de la zona como testigos mudos.
El día se ha ido nublando y al menos no tenemos los enjambres de moscas que tanto nos molestaban al principio de la ruta. Por el medio, vemos alguna rampa que se “estira” hasta cerca del 30% por lo que dicen nuestros aparatos electrónicos…en algunas zonas no queda más remedio que echar el pie a tierra aunque conseguimos ciclar prácticamente todo.
Lo más duro de la subida, es que cuando crees que vas a remontar el collado, gira totalmente hacia la izquierda, alargando el sufrimiento algo más. Además, una vez que se remonta el collado, hay unos metros de bajada para volver a subir otra vez y coronar definitivamente. Estos últimos metros, además se hacen sobre hierba montañosa, que hace que la bici se agarre al terreno como una lapa y que se suma a toda la dureza que de por si tenía ya la subida.
Eso sí, coronar tiene recompensa: unas vistas impresionantes que nos obligan a sacar de sus fundas a nuestras cámaras de fotos para intentar dejar plasmada la belleza del paraje de alta montaña que nos rodea. Como comenta mi hermano, estamos en un auténtico paso de montaña, algo que nunca habíamos hecho a lomos de una MTB.
Después de repostar energías en forma de barrita energética, nos lanzamos a descender. Éste será uno de los más complicados que nos encontremos, debido a la tremenda pendiente de la bajada, la grava basta en mucha de sus zonas y las curvas que se han de tomar a veces. Además, tiene un par de contra subidas, que si bien cortas, son como todas las que hay por aquí muy intensas. Llegamos a Lois donde repostamos agua y nos dirigimos por el GR1 dirección a Liego. Esta parte es más cómoda, un camino ancho, que aunque acaba por tener una parte con bastante pendiente, se pasa sin dificultad.
Atravesamos Liegos, Lario (donde hay un punto de control) hasta llegar a Polvoredo, donde íbamos a comenzar la última subida del día hasta la puerta del Zalambral. Es en este pueblo donde teníamos previsto la parada para comer algo. Nos cuesta encontrar el bar, escondido en el bajo de una casa, pero finalmente lo logramos y pasamos un rato de divertida charla con los lugareños comiendo un bocata de chorizo casero que no tenía precio. Nos comentan que la subida es relativamente sencilla, pero que la bajada por el hayedo iba a tener bastante miga. Una de las mujeres de allí nos dice que ella la bajaba “a culo”. Os podéis imaginar como era el sitio por donde teníamos que pasar.
El tiempo era ya claramente nuboso y según vamos cogiendo altura, comienza a caer llovizna. Literalmente avanzamos dentro de la nube, esta vez por un camino/sendero que pese a algunos repuntes, no tiene un gran desnivel. La dificultad viene por el terreno, con hierba y a veces algo pastoso además de por el desgaste que llevamos acumulado del día.
Finalmente, tras llegar a la collada de Lian, llegamos a la zona que nos debería dar entrada al hayedo del parque nacional. Buscamos entre la niebla, intentamos seguir las indicaciones pero no aparece clara. Tras buscar un sendero de bajada, exploro un poco para ver si por allí está la puerta pero nada… vaya, ¿dónde será?. Pasamos bastante tiempo buscando hasta que damos con que la puerta es en realidad un hito de piedras por el que habíamos pasado un par de veces y que efectivamente, el camino correcto era el que tras meterse en unos arbustos, bordeaba la montaña a la derecha para introducirse en un hayedo, curiosamente el que habíamos supuesto al principio. Siguiendo las indicaciones de la organización, toda esta parte la hacemos desmontados.
El bosque es sencillamente espectacular. La niebla que había dificultado su localización, ahora le da un aspecto mágico que parece sentirse con las puntas de los dedos y respirarse en el ambiente. Después de hacer unas fotos, nos encaminamos por el sendero empujando la bici (sería claramente ciclable) por un camino marcado con hitos. Tras unos 500 metros, el sendero acaba en un arroyo y a partir de ahí comienza el trekking empujando una bici, que viendo donde el “camino” que seguimos, a veces dudamos que sea el correcto.
No recuerdo bien todos los elementos montañiles que nos encontramos ni su orden, pero pasamos, todo aderezado con una pendiente tremenda, por varias turberas, las piedras del lecho de un arroyo de montaña, un claro inundado que te cubría hasta la rodilla y un par de rampas de las que quitan el hipo. Todo precioso desde luego, pero con el frío y lluvia un tanto incómodo.
De todas formas ya teníamos claro que la pedales de León es MTB en el sentido extendido del término montaña, así que un pateo de esta clase era esperable. Finalmente llegamos a una pequeña central hidroeléctrica, donde el camino se hace más franco y podemos ciclar, primero en pista de bajada (donde mi rueda trasera sigue con sus problemas y ruido infernal) y luego en asfalto de subida, hasta Oseja de Sajambre, donde teníamos un nuevo punto de control. Aquí me encuentro literalmente fundido, así que me tomo un gel de mi reserva estratégica para poder afrontar el último tirón de la subida por carretera hasta Soto de Sajambre, donde teníamos nuestro alojamiento.
La carretera de subida, sin demasiada pendiente, tenía un aspecto panorámico tremendo, pero que no podemos disfrutar bien dada la niebla. Llegamos finalmente a Soto de Sajambre sobre las 19h, limpiamos las bicis y nos alojamos en la casa rural –albergue de la zona-. Cenamos potente, como todos los días, en este caso un platazo de pasta de primero y de segundo carne… que cae todo al estómago como si fuera un aperitivo. Impresionante la de energía que se consume y que se digiere en una aventura de este tipo.
Sin más, nos acostamos prontito. Estamos bastante tocados del día, sobre todo la bajada trekking desde la puerta del Zalambral e intentamos en la medida de lo posible descansar todo lo que podamos para recuperar fuerzas. Por cierto, que era mi cumpleaños y desde luego fue la celebración más “ciclística” que había vivido nunca.
La tercera etapa tenía un “coco” claro: la subida al Panderueda. Se hacía por el GR201 o senda Arcediana, que también íbamos a seguir al comienzo del día en nuestro camino desde Soto de Sajambre a Oseja de Sajambre.
Los primeros kilómetros de ruta del día, después de algo de subida, son el clara bajada por una pista ancha, con unas vistas del valle a nuestra derecha realmente espectaculares. Toda esta zona fue claramente a nivel de paisajes la que más nos gustó, lo que viene a decir mucho de su belleza ya que el resto era también precioso. En palabras de mi hermano, algunos de los picachos de la zona, con sus nubes del amanecer alrededor, parecían el mismísimo Machu-Pichu de los Andes (salvando las distancias claro!!!).
En Oseja de Sajambre comenzamos la ascensión al Panderueda, siguiendo el GR201. Las rampas duras por asfalto se pasan bien, pero rápido se convierte en el típico camino roto y duro de picos de Europa, que tanto estábamos viviendo durante nuestro viaje. Desde luego, nos estábamos haciendo unos expertos en superar rampones por terreno difícil, ya que, aunque haciendo pausas para hacer fotos, hasta el cruce del arroyo fuimos capaces de hacer montados toda esa parte.
Otra cosa fue el cruce del arroyo y la entrada en la parte más bonita, pero también más impresionantemente dura del ascenso. Piso mojado, barro y sobre todo unas pendientes imposibles que nos llevan a empujar la bici durante todo este tramo. No tengo claro que pendientes estaríamos superando, pero calculo a ojo que estábamos de continuo en torno al 20% durante cerca de 1,5 KM. Vamos que andar costaba, los gemelos sufrían lo suyo y hasta había que parar a descansar. Una paliza vamos. El último tramo, que subía haciendo zetas parecía más ciclable para nuestras capacidades, pero sin embargo, dado el machaque que nos había provocado el empujabike anterior, acabamos por ni intentarlo.
Finalmente llegamos a la explanada del puerto del Panderueda. Lo primero que destacan son unas vistas espectaculares de los macizos occidental y central de Picos de Europa. Y lo segundo, la desmoralización que nos provoco la durísima subida, incluso empujando, a este puerto. Además, dado el terreno resbaloso, mi hermano sufrió un par de caídas tontas, sin consecuencias pero que le hicieron perder sus preciadas gafas.
Este fue sin lugar a dudas el punto más bajo a nivel moral del todo el viaje. Y aquí decidimos que la subida al Pandetrave, se podría “suavizar” y hacerla completa por carretera, si veíamos muy complicados sus 2 Km. No fue una decisión que nos gustase pero es que la subida al Panderueda nos había dejado bastante mal de fuerzas y ganas.
Después de reponer fuerzas, nos lanzamos en descenso hasta Posada de Valdeón. La pista es buena y hay pocas cosas que señalar, excepto que cada vez mi rueda trasera, por un problema en el buje, hace más ruido y me obliga a dar pedales constantemente durante la bajada para que se desatasquen los trinquetes, un clásico en las ruedas Mavic. En Posada de Valdeón comemos un bocadillo y nos preparamos para el ascenso por carretera al Pandetrave.
La primera parte se tenía que hacer toda por carretera según el libro de ruta. Y hasta Marina de Valdeón esa carretera se las trae, con rampas equivalentes a las que encontramos por campo… muy duras. Luego, a partir de este pueblo la cosa se suavizaba y quedaba en un 6-8% continuo, que se podía hacer muy bien. Finalmente descartamos hacer el tramo de 2 Km. por campo y hacer un pequeño rodeo de 4-5 Km. por carretera, para hacer la subida más llevadera. Hace un calor tremendo, mucho sol y el cansancio se acumula, pero desde luego el esfuerzo tiene muy poco que ver con el que habíamos hecho antes. Mi hermano lleva un ritmo algo más rápido que el mío. Yo prefiero ir suave, aquí que se puede hay que guardar fuerzas.
La cima del Pandetrave tiene de nuevo una enorme belleza. En un mirador, dirigiéndote hacia posada de Valdeón, se pueden ver las agujas del macizo central de Picos de Europa. Como todas las vistas en esta parte central del viaje, muy recomendable.
El resto que nos quedaba era fácil. Un largo descenso por carretera hasta llegar a Villafrea de la Reina, pueblo que alcanzamos sin más novedad que el ruido de mi rueda trasera sobre las 18h y donde nos dormiríamos después de otra excelente cena cargada de pasta carbonara y brochetas de merluza.
Leer la tercera y última entrada del diario de viaje:
Compartiendo experiencias: Las etapas finales, alrededores de Morgoviejo y Cistinerna (y III)
Texto original y más fotos:
http://mishobbiesyyo.blogspot.com/2010/09/pedales-de-leon-las-etapas-centrales.html